La respuesta física como estrategia ante el bullying

La violencia física de alta intensidad (arañazos, golpes, puñetazos, patadas, mordiscos, proyecciones, estrangulamientos, etc.) es muchas veces propuesta como la cura milagro ante el bullying.

¿Cuántas personas defienden en RRSS y en sus reuniones de amigos el uso de la fuerza como panacea ante el acoso escolar?

«Una vez le di un puñetazo a mi bully. Desde ese día, me dejó en paz».

¿Lo habías escuchado antes? ¿De verdad es así de «simple»? ¿Es la violencia física la respuesta para detener la violencia física?

Analicemos este pensamiento.

La esencia del problema: El acoso escolar comprendido desde su origen

Es extremadamente fácil, infantil e incorrecto reducir el bullying a un asunto de “buenos y malos”, en el que los agresores son seres malvados movidos por el simple interés de hacer daño, individuos a los que, cualquier cosa negativa que les ocurra, se lo tienen merecido.

No es tan sencillo. Un acosador escolar puede ser una persona que sufre1 (con cuyo sufrimiento nos cuesta empatizar y que no justifica sus actos, pero que tampoco merece todo daño que se le cause). No obstante, descartar la violencia física como respuesta al acoso escolar no es solo una cuestión de humanidad: Si contemplamos el escenario psicológico real que hay tras una situación de acoso escolar, comprenderemos lo contraproducente que puede llegar a ser agredir al bully.

El acoso escolar se produce cuando una persona con baja autoestima intrínseca (el agresor) utiliza a otra persona con baja autoestima (la víctima) para mejorar el sentido de aprobación (propio o de terceros) de su estatus a base de hundir más el de su objetivo y ponerlo por debajo del suyo, mediante actos intencionados, repetidos, bajo desequilibrio de poder y sin reparto equitativo de responsabilidad.

Si analizamos esta definición del bullying, comprenderemos que dañar aún más la autopercepción del agresor o empeorar la aprobación que disfruta entre terceros, puede convertirse en una estrategia que empeore la situación: Si acosa por baja autoestima, bajársela más… solo aumentará su necesidad de acosar2.

En este artículo, rechazar la violencia como respuesta al acoso escolar, no pretende ser la postura más moral. Tampoco la alternativa más justa. Simplemente, demuestra ser la estrategia mejor calculada.

Este texto no persigue relativizar en ningún caso los injustificables actos de un acosador escolar amparándose en sus causas. Pretende analizar su origen para encontrar soluciones que los atajen entendiendo sus fuentes. Y, el porqué del bully, no se soluciona a puñetazos.

Pongamos nombre y consecuencias escolares a la “propuesta”

En la terminología de la ciencia que estudia el acoso escolar, al perjudicado que acomete contra sus acosadores escolares se lo llama víctima reactiva.

Una víctima reactiva no es percibida de igual manera por las autoridades educativas que el resto de los damnificados, lo que conlleva una serie de desventajas agregadas:

  • Las crisis de convivencia acosador/víctima reactiva se malinterpretan fácilmente y son tratadas por los centros como conflictos escolares5 (nada que ver con el acoso escolar. Confundir las agresiones individuales de un caso de bullying con conflictos escolares es uno de los errores más habituales de los colegios e institutos, de manera que no deberíamos facilitar que ocurriese).
  • Su estatus de víctima reactiva puede llegar a ser fácilmente confundido con el de acosador6.
  • Existen ejemplos de protocolos de actuación contra el acoso escolar en España, de hecho, que equiparan a las víctimas reactivas con los acosadores (en algunos de sus puntos)7.
  • La capacidad de la víctima reactiva para dar respuesta puede hacer pensar (erróneamente) que necesita menos mecanismos de protección que cualquier otra víctima7.
  • Sus acometidas (aunque se quisieran considerar “en defensa”) conllevan medidas correctivas por parte de las autoridades educativas8.
  • Esto sucede incluso si dichas autoridades no confunden la relación de acoso escolar que está padeciendo y son capaces de reconocerlas con acierto como víctimas, puesto que la violencia física no está permitida en los centros educativos bajo ningún concepto. Ni siquiera como respuesta a otra agresión (o a muchas)8.
  • Los actos de una víctima reactiva pueden ser utilizados por su acosador como excusa, coartada, o incluso como evidencia falsa de estar siendo «la verdadera víctima»6.
  • Las familias de los bullies, que en cualquier caso colaboran para la resolución del problema en un bajísimo porcentaje, se vuelven mucho más reacias a poner de su parte cuando la víctima del caso ha sido reactiva9. Casi es una garantía de que se opondrán por defecto a cualquier intervención de las autoridades del centro que redunde en una medida educativa para el acosador9.

En resumen: Ser víctima reactiva empeora la situación de la víctima. Boicotea la percepción que se tiene sobre ella, así como el proceso de identificación, investigación, protección y resolución del caso de bullying.

Los casos de fracaso: Visibilidad y consecuencias

Los testimonios de «cuando le partí la cara a mi bully, no volvió a molestarme» son ampliamente celebrados y difundidos en la red (y en las barras de los bares). Nos llenan de una sensación de equilibrio kármico que hace que nos regodeemos en el «triunfo» de la víctima sobre el agresor15.

Sus protagonistas los pregonan orgullosos, presumiendo del resultado y asegurando que fue el método que les ahorró o atajó un problema con potencial crónico.

Mi pregunta es, ¿cuántas de las personas que intentaron «partir la cara de su bully» y les salió mal, crees que te contarán su historia?

¿Habrá orgullo en narrar «intenté golpearle y, en respuesta, me dio una paliza que me dejó en cama tres días» (caso real)?3 y 4 ¿Se compartirán tanto las historias del estilo «lo peor que hice fue darle una patada: Desde ese momento, el acoso se triplicó, lo que me llevó a estar a punto de quitarme la vida» (caso real)?3 y 4 ¿Encontrará el público justicia divina en un relato del tipo «tras mi puñetazo, lo derribé. Al día siguiente, pasó por mi barrio con cuatro amigos y me dejaron tres semanas en silla de ruedas» (caso real)?3 y 4

¿Y si… resulta que los casos de «éxito» son en realidad una minoría11 muy visibilizada y promocionada (por lo agradable de su relato), pero la probabilidad de que este tipo de respuesta sea contraproducente es inmensa e invisible4?

¿Conoces el sesgo del superviviente?

Esta es la realidad que vivimos día a día en los centros educativos de España: Las víctimas reactivas sufren consecuencias y represalias terribles en un porcentaje mucho más amplio que las que logran que sus acosadores las dejen en paz.

Pero esta parte del relato, la que concluye con niños que intentaron apagar el fuego con fuego y que acabaron ingresados en hospitales por quemarse, carece del marketing publicitario que tanto gusta a los cuñados listos de internet.

Es más, puede que incluso los casos de «fracaso» no hayan sido computados por considerarse una simple continuación del estado habitual del acosado.

Los casos de éxito: Nunca fueron exitosos

Frenar a golpes la situación de hostigamiento hacia una víctima, no es solucionar el bullying.

No vas a entender este artículo si no aceptas que el acoso escolar es un problema profundo, multifactorial y que carece de «curas milagro» unidireccionales: Afrontar el bullying es una ardua tarea que debe ser acometida desde muchas perspectivas14.

Una aparente solución que frene el hostigamiento a un menor (las pocas veces que lo consiga), obviamente puede ser considerada positiva por parte del perjudicado (y de su familia). Pero, si dicha medida redunda en un cambio de objetivo por parte del agresor (o, lo que es peor, un cambio de roles con la víctima), el problema real estará muy lejos de haberse solucionado12 y 13.

Dicho de otra manera: Que dejen de molestar a tu hijo soluciona su sufrimiento, pero no finaliza el bullying mientras el agresor se limite a seleccionar a un nuevo objetivo12 (o, más preocupante aún, convierta a tu hijo en el nuevo bully)13.

Entiendo que tu prioridad es que tu pequeño deje de ser torturado (créeme, lo entiendo. Lo entiendo en primera persona y como experiencia personal).

Pero debemos hacer un esfuerzo entre todos (y, cuando digo todos, me refiero a implicados, testigos, familias, docentes, legisladores, centros educativos, instituciones y sociedad) para lograrlo de una manera que, a la vez, elimine la posibilidad de que surjan nuevas víctimas.

Incluso si pegar al bully fuera siempre una solución eficaz al 100% frente al maltrato dirigido contra un individuo en concreto sin consecuencias negativas para la víctima (que no lo es), existiendo otras opciones que además logran evitar la aparición de más damnificados… ¿no deberíamos preferirlas14?

El efecto pedagógico sobre el agresor: El daño que nos hizo Kárate Kid

¡Qué gran película!

¿Cómo no idolatrarla?

Era mi sueño dorado cuando niño: la fantasía de toda víctima de acoso escolar.

Yo, al igual que muchos otros niños, anhelé ser Daniel-san: Plantar cara a mis bullies, darles una paliza, hacerles morder el polvo de una patada y luego, comprobar cómo la lección hacía que me respetasen, me apreciasen y comprendiesen lo equivocado que habían estado en sus actos, pasando instantáneamente, de ser sádicos conmigo, a ser empáticos.

72 segundos legendarios: Ese protagonista sufriendo, esa agresión ilegal a donde más le duele por parte de un cruel acosador escolar, ese momento de superación, los seguidores del bully pidiendo sangre, la música épica in crescendo, el golpe final inesperado, cómo se lleva a la chica, cómo lo vitorean todos, el acosador asumiendo su derrota con una deportividad mágicamente recién descubierta y diciéndole «eres buena gente, LaRusso. Buen combate», convirtiéndose de pronto en un ser de luz, y esa mirada de orgullo por parte de la figura paterna de la víctima… ¿Cómo no emocionarse?

Qué estúpido fui y cuánto sufrí por no conseguir algo que era prácticamente imposible.

Qué daño hizo aquella obra a toda una generación de víctimas de bullying injustamente responsabilizadas de su situación (y a unas cuántas más de sabelotodos pseudointelectuales que creyeron atisbar la clave contra el acoso escolar en la patada de la gruya).

Mucho más realista es Cobra Kai, la obra actual que se ha grabado como continuación de la historia, utilizando a los mismos actores, mucho mayores.

En esta serie podemos ver la versión de la historia contada por el bully, el terrible efecto que tuvieron sobre su vida aquellos hechos, cómo solo lo escoraron más en su deriva de matón, cómo los buenos acabaron siendo no tan buenos y los malos no tan malos. En ella podemos ver, con pericia magistral, lo fácilmente que una víctima reactiva puede convertirse en acosador.

La realidad es que, responder a la violencia física del acoso escolar con violencia física, (funcione o no para tranquilidad de la víctima), solo demuestra al bully que la violencia es el camino, y que, triunfar o no en su empeño, es solo una cuestión de fuerza10.

Lo de «se llevó una lección» pensando que habrá aprendido que no debe acosar es una leyenda: Lo que habrá aprendido es que, la próxima vez, simplemente debe escoger como objetivo a alguien más débil10.

¿De verdad quieres enseñar eso a nuestros niños?

El efecto pedagógico sobre la víctima: La responsabilidad revictimizadora

¿Y si la víctima no quiere emplear la violencia19?

¿Y si la víctima no es capaz?

“La culpa es tuya”, me repetí una y otra vez durante toda mi infancia como víctima de acoso escolar.

Y es que… si a un niño le dices que la solución mágica y definitiva al bullying está en sus puños y, aún así, lo sigue sufriendo, ¿cómo no va a llegar a la conclusión de que su situación, sin ponerle (ese) remedio, ya sea porque no se atreva, quiera, sepa, pueda o crea en el uso de la violencia física como respuesta, es culpa suya19?

Encima de sufrir acoso escolar, ponemos sobre los hombros de la víctima la responsabilidad de solucionarlo16.

Igual que el “todólogo” que responsabiliza públicamente a las víctimas de violencia sexual por su forma de vestir, a las de violencia machista por no abandonar su relación abusiva, a las de robo por llevar objetos de valor o a las de abuso infantil por no reportar su situación: Encima de padecer el abuso, las hacemos culpables del mismo “por no ponerle fin por sus propios medios”16 y 17.

Además de padecer tortura sistemática en el colegio, llegué a sentir desprecio hacia mí mismo por «mi debilidad»17.

Un plan sin fisuras para luchar contra el sufrimiento de la víctima, ¿verdad?

El «juicio por combate» para quien no puede sostener una espada

Ya no es solo una cuestión de no enseñar a utilizar la violencia a los menores que no quieran utilizar la violencia: ¿Te has dado cuenta de que proponer los puñetazos como medio para acabar con el acoso escolar implica aceptar que los niños sin puños no puedan solucionar su acoso escolar20?

No has pensado en ellos, ¿verdad? En las personas necesitadas de especial protección, menores que, por su diversidad funcional, sufren una alta limitación física, motórica, mental o psicológica que los hace incapaces de ejercer la violencia o de juzgar ponerla en práctica como instrumento de defensa.

Tu propuesta implica abandonar a todas esas personas, empujarlas a asumir que serán víctimas: Después de todo, la única solución que funciona son los golpes que planteas20, ¿no?

Te sugiero algo: La próxima vez que vayas a decir que el único camino real y efectivo contra el bullying es la patada de la gruya, imagina que te está escuchando un chaval de 12 años con parálisis cerebral y al que sus compañeros llaman tiranosaurio por la espasticidad de sus brazos, hasta hacerlo llorar día sí y día también (caso real). Que es a él a quién le estás recetando dar una paliza como única salida.

Cuando se te vuelva a pasar por la cabeza utilizar el eslogan de “la lección al bully”, visualiza que entre tus oyentes está la desesperada mamá de una niña afectada con un síndrome de Down tan severo que le impide responder a bofetones cuando los demás niños la obligan a comer tierra para diversión de su público (caso real). Que es a ella a la que le estás asegurando que solo los cabezazos de su inocente pequeña pueden salvarla del acoso.

A ver si te queda vergüenza para acabar la frase.

Y, por favor, si me vas a saltar con lo de que llame a «su primo de Zumosol» a modo de paladín (como si no existieran niños necesitados de especial protección sin redes de apoyo), ahórratelo: ¿Y la proporcionalidad?

Consecuencias sobre la víctima

«Para que las personas no sufran violencia física, deben ejercer violencia física sobre las personas»: Argumento impecable.

No puedo evitar preguntarme cómo puede alguien enunciarlo sin sonrojarse ante su propia hipocresía.

¿Qué efecto pedagógico tiene esto sobre nuestros peques? ¿Qué les enseña?

Apagar fuego con gasolina

Los estudios sobre los motivos/pretextos que emplean los acosadores escolares para justificar sus actos, generan muchas dudas sobre la ideología de la patada de la gruya.

Niños que acosan «para no ser acosados», víctimas que se convierten en acosadores «porque se lo hacían a ellas»… ¿hasta qué punto, la enseñanza de la violencia física como defensa no está normalizando la violencia física como ataque?23 y 24

La relación bullying/violencia física no es tan directa como se cree

La violencia física de alta intensidad no siempre aparece en los casos de acoso.

De hecho, es la que menos aparece.

Es más, si aparece, es la última en aparecer.

Los fans de responder al acoso escolar con violencia física de alta intensidad deben decidirse de una vez: O están defendiendo la violencia física de alta intensidad como respuesta a todas las formas de acoso (por lo tanto, destruyendo su fantasía de «legítima defensa» al acabar con toda proporcionalidad: Si a una burla, la víctima responde con un codazo, es imposible hablar de proporción y legitimidad)22, o están refiriéndose solo al acoso escolar basado en la violencia de alta intensidad21 (por lo tanto, ¡que se queden con su proporcionalidad! ¿Están ofreciendo una solución milagrosa contra el bullying que solo se podría aplicar a la inmensa minoría de los casos de acoso escolar y cuando este ya está en su peor fase?).

Nos dice el Dr. Iñaki Piñuel, uno de los mayores expertos en acoso escolar del mundo, que permitir que el acoso avance mucho de fase lo vuelve crónico e irreversible, con las peores y más permanentes consecuencias para la víctima21.

¿De verdad queremos proponer una solución que solo es ética si se emplea cuando el peor de los daños ya se ha manifestado?

Una patente de corso para los centros educativos

Lo más triste de proponer la violencia física como respuesta al acoso escolar, no es que responsabilice a las víctimas de solucionar su situación. Ni siquiera que dificulte a las autoridades educativas la detección y gestión del acoso escolar. Es que exonera a dichas autoridades de hacer su trabajo18.

Normalmente, cuando propones a los fans de la patada de la gruya confiar en el buen hacer de los docentes, te responden con que los profesores «no hacen su trabajo».

Analicemos de nuevo este planteamiento: «Como los profesores no hacen su trabajo solucionando el acoso escolar, promovamos la idea de que solucionar el acoso escolar no es trabajo de los profesores, sino de los niños».

De nuevo, un plan sin fisuras.

No soy un iluso: Claro que sé que hay profes que no realizan bien su trabajo gestionando el bullying en sus centros. Los hay que no pueden. Los hay que no les dejan. Los hay que no saben. Los hay que no quieren. Los hay incluso que discuten que sea competencia suya. Peor aún: Hay quienes fomentan el bullying en sus clases.

Pienso que esos malos profesionales son una minoría en mi gremio, pero es verdad que tienen mucha más visibilidad (por los efectos que provocan) que quienes hacemos bien nuestro trabajo en este aspecto de la convivencia escolar.

Pedir que, en lugar de adoctrinar a nuestros críos en que se defiendan a patadas dentro del cole, los instruyamos en avisar a sus docentes y que sea a dichas autoridades a quienes exijamos la solución, no surge de la inocencia de creer que todos los profesores cumplamos debidamente con nuestra obligación. Surge de que, puestos a invertir tiempo, energía y nervios en algo, las familias harían bien empleando esos recursos en instar a las autoridades educativas a que hagan su trabajo (o en conseguir de sus superiores que los obliguen).

El curioso y revelador perfil de los fans del método

¿Existirán las casualidades?

¿Por qué tantas de las personas que defienden el camino de la patada de la gruya, se muestran extremadamente agresivas cuando les expones el dictamen conjunto de los expertos, que rechaza unánimemente la violencia física como respuesta al acoso escolar?

¿Por qué tantas de ellas recurren a ridiculizar y burlarse de los 25 argumentos de este artículo sin conseguir (a veces sin intentarlo siquiera) desarmar ni uno solo de ellos con datos?

¿Por qué muchas entran en el insulto fácil tras leerlo?

¿Por qué las hay que responden intentando invalidar públicamente a su autor por no darle la razón?

¿Me lo parece a mí, o todas estas conductas que exhiben los simpatizantes de la violencia física de alta intensidad como respuesta única y efectiva al acoso escolar… son propias de bullies?

No creo que la mayoría de los fans de esta forma de pensar hayan sido acosadores: Creo que la mayoría de los que han sido acosadores son fans de esta forma de pensar25.

Y considero que esto debería hacernos reflexionar a los demás sobre si queremos aceptarla25.

Aplicaciones positivas sin caer en mitos

Por defender estos argumentos, una vez me llamaron «absolutista ético de la no violencia» y «totalitarista del pacifismo» (vamos a obviar la gigantesca incongruencia que encierra la construcción de ambos términos en sí mismos y a darlos por intelectualmente aceptables, solo para poder continuar con el análisis).

No malinterpretes lo que has leído.

Este artículo se ha referido a la violencia física como respuesta al acoso escolar dentro de los centros educativos.

Aunque algunos de sus argumentos pueden extrapolarse a cuando sucede fuera de instalaciones docentes y a cuando la respuesta se produce por otros motivos, no ha sido escrito pensando en esos dos casos (ni se han referenciado).

Nadie está discutiendo el derecho a la legítima defensa y nadie está discutiendo el uso proporcional y justificado de la violencia física como herramienta de protección. Fuera del centro educativo.

Por otro lado, incluso dentro de un instituto pueden suceder situaciones muy concretas en las que, de consumarse una agresión específica de violencia física de alta intensidad o sexual (estudiando la agresión individualmente, sin el marco del acoso escolar), peligraría seriamente la integridad personal y la salud de la víctima por acción directa del ataque (es decir, no por las secuelas psicológicas posteriores a largo plazo o como resultado de toda la campaña de acoso, sino como consecuencia inmediata de la agresión).

Por supuesto, este artículo no está sugiriendo permitir que se produzca dicho daño.

De no quedar más opciones, de no existir alternativas para evitar el daño inmediato, y siendo este de tan alta gravedad para la vida de la víctima, la violencia física podría ser el menor de los males. Y esto no tendría nada de reprochable.

Pero debemos entender que esta medida no solucionará nunca, en ningún caso, el bullying (que es lo único que sostiene este texto).

Recuerda: Pocos casos de «éxito», muchas probabilidades de represalias y, en el mejor de los escenarios, el cese del hostigamiento hacia la víctima (pero con la consiguiente búsqueda de un nuevo objetivo por parte del agresor) sin solucionar el problema del acoso escolar12.

Si un alumno es un peligro para nuestro hijo, lo es para los hijos de los demás: Incluso si, por la situación concreta descrita, la violencia física hace que dejen tranquilo al menor del que somos tutores legales, debemos solicitar que el bullying sea gestionado de verdad por parte de las autoridades educativas. De la forma correcta.

Sobre las artes de defensa personal, este artículo tampoco se ha pronunciado, y no pretende invalidarlas: Como ya he dicho, se niega todo lo posible la violencia física dentro del centro educativo, pero no fuera.

Por supuesto que son útiles, que en la calle pueden resultar fundamentales y que, en el caso extremo descrito anteriormente, facilita herramientas para ejercer la violencia física provocando el menor daño posible.

Listado de argumentos empleados (por si estás convencido y te quieren llevar la contraria)

Defender la violencia física en respuesta a un ataque como solución al acoso escolar es mala idea porque:

  1. Es poco empático si entendemos que el acosador lo es porque también sufre.
  2. Cuando es puntualmente «efectiva» ante una agresión, existen muchas probabilidades de empeorar la situación (recordemos que el acosador acosa porque su autoestima está dañada, y perder la confrontación la dañará mas).
  3. Cuando es «efectiva» ante una agresión, existen muchas probabilidades de empeorar la situación (una demostración de fuerza superior por parte de la víctima ratificará la concepción del acosador de «lucha de fuerzas», de modo que puede volver cuando se sienta más fuerte, por ejemplo, porque lo acompañen más seguidores).
  4. Cuando no es «efectiva» ante una agresión, existen muchas probabilidades de empeorar la situación (ha habido un intento de desafío a su dominación y deberá ser castigado ejemplarmente).
  5. Convierte a la víctima en víctima reactiva (hace mucho más difícil a las autoridades educativas detectar y diagnosticar el acoso escolar).
  6. Convierte a la víctima en víctima reactiva (vuelve posible confundir los roles de víctima y agresor en un caso de acoso escolar, estrategia muy utilizada por los bullies y sus tutores legales).
  7. Convierte a la víctima en víctima reactiva (pérdida de fuerza, derechos y mecanismos de protección en muchos protocolos de actuación contra el acoso escolar).
  8. Convierte a la víctima en víctima reactiva (consecuencias disciplinarias siempre: La violencia no está permitida en los centros educativos, ni siquiera cuando se muestre como «defensa legítima y proporcional»).
  9. Convierte a la víctima en víctima reactiva (la posibilidad de que los tutores legales del acosador colaboren se vuelven prácticamente nulas).
  10. Radicaliza la postura del bully en la idea de que la violencia es una solución.
  11. La experiencia docente señala que los casos de «éxito» son poquísimos.
  12. Los casos de «éxito» solo hablan del fin del hostigamiento a su protagonista, no del fin del acoso escolar (que suele proseguir con la simple búsqueda de una nueva víctima).
  13. Algunos de los casos de «éxito» hablan del fin del hostigamiento a su protagonista, no del fin del acoso escolar, porque provocan un intercambio de papeles en el que la víctima reactiva acaba convirtiéndose en un verdadero acosador y el bully original en su víctima.
  14. Los expertos coinciden en que existen muchas formas efectivas de afrontar el acoso escolar que no implican (por supuesto) violencia física.
  15. Si hay otras formas demostradas y más efectivas, ¿seguro que no se está promocionando esta porque resulte la más fácil o vengativa?
  16. Dejar la solución del acoso escolar en manos de la violencia con la que sea capaz de responder la víctima es convertirla en la culpable de su situación si no consigue solucionar su acoso escolar.
  17. Dejar la solución del acoso escolar en manos de la violencia con la que sea capaz de responder la víctima que no lo consigue es revictimizarla con la responsabilidad.
  18. Dejar la solución del acoso escolar en manos de la violencia con la que sea capaz de responder la víctima es exonerar a las autoridades educativas de hacer su trabajo.
  19. Dejar la solución del acoso escolar en manos de la violencia con la que sea capaz de responder la víctima es asumir que una persona que no quiere ejercer la violencia no obtendrá solución a su acoso escolar.
  20. Dejar la solución del acoso escolar en manos de la violencia con la que sea capaz de responder la víctima es asumir que una persona que no puede ejercer la violencia no obtendrá solución a su acoso escolar (personas necesitadas de especial protección por una limitación funcional física, motora o mental que les impida responder -o juzgar adecuado hacerlo- con violencia física).
  21. La violencia física de alta intensidad por parte de la víctima como respuesta a la violencia física de alta intensidad por parte de un acosador, implica responder solo cuando el acoso escolar está avanzado y arriesgarnos por tanto a que el peor y más permanente daño ya se haya manifestado.
  22. La violencia física de alta intensidad por parte de la víctima como respuesta a cualquier otra forma de violencia por parte de un acosador, distinta e inferior a la violencia física de alta intensidad, significa promover una total y absoluta carencia de proporcionalidad y legitimidad en el uso de la violencia como defensa.
  23. Las estadísticas sugieren que esta forma de pensar facilita la aparición de más acoso escolar.
  24. Las estadísticas sugieren que esta forma de pensar facilita que las víctimas se conviertan en acosadores escolares de otros menores.
  25. Es un «mecanismo de defensa» que promocionan y defienden quienes han sido acosadores. ¿Seguro que queremos estar de acuerdo con ellos?

Si, llegados a este punto, te dispones a intentar invalidar al autor porque sus palabras discrepen de tu ideología, quizás te gustaría primero saber quién soy yo para hablar de esto.

En cualquier caso, este diagnóstico no es solo mío. Prueba a leer a estos otros expertos e intentar contradecir el dictamen de todos:

  • Aparicio, A. M. (2009). El fenómeno del bullying o acoso escolar en nuestras aulas.
  • Barranco Torres, C. (2014). Ciberacoso: concepto y aspectos educativos.
  • Cerezim F., & Rubio, F. J. (2017). Medidas relativas al acoso escolar y ciberacoso en la normativa autonómica española.
  • Cowie, H. (2013). El impacto emocional y las consecuencias del ciberacoso. Revista digital de la asociación CONVIVES, 3, 16-24.
  • Cowie, H. (2013). Acoso entre iguales: ciberacoso. Revista digital de la asociación CONVIVES, 3, 16-24.
  • Ortega-Baroón, J. et al (2016), Influencia del clima escolar y familiar en adolescentes.
  • Ortega-Ruiz, R. (2015). Convivencia y ciberconvivencia. Un modelo educativo para la prevención del acoso y el ciberacoso escolar.
  • Orjuela López, L. et al (2014). Acoso escolar y ciberacoso: propuestas de acción.
  • Smith, P. K., & Collage, G. (2006). Ciberacoso: naturaleza y extensión de un nuevo tipo de acoso dentro y fuera de la escuela. I Congreso de Educación de Palma de Mallorca.
  • Ramírez, F. C., Hernández, F. J. R. (2017). Medidas relativas al acoso escolar… Revista EIF del profesorado, 20 (1), 113-126.

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